lunes, 23 de noviembre de 2009

Capítulo XIII: Los dueños de Angkor


Cerca de Siem Reap hay un complejo político y religioso enorme, símbolo y corazón de un imperio que llegó a ocupar casi todo el territorio que hoy comprende Camboya, Tailandia, Vietnam y Laos. Hablamos de doscientos kilómetros cuadrados de templos y selva, de decenas de miles de grabados, mosaicos, columnas, estatuas, pasillos y muros venidos abajo por la naturaleza y el tiempo; de relatos emocionantes sobre guerras, rituales y elixires de la eterna juventud. Hay mucho que ver, demasiado. Hace falta una semana sólo para visitarlo todo a buen ritmo, y mucho más para poder apreciarlo de verdad (junto a un guía y un buen manual de Historia jemer).


La dinámica del mochilismo me arrojó un nuevo compañero de viaje, un auténtico barcelonés llamado Roger, arquitecto, cuatri-lingüe, hiper-simpático y loco por conocer mundo. Nos conocimos en Phnom Penh y juntos nos acercamos a la realidad camboyana en Battambang, donde también sorteamos los peligros de la noche. Un poco saturados de tanto centro-europeo, dábamos rienda suelta al castellano y a sus palabrotas largas y secas.


Es un lujo imitar a Indiana Jones recorriendo edificios milenarios cargados de simbolismo y luego comer fruta sentado frente a un santuario budista.


"Joder, ¿has visto eso?".


Andábamos en bicicleta de un lado a otro, buscando los sitios, sin prisas, parándonos a vacilar a los simios (se perseguían unos a otros junto a los caminos, saltaban por los árboles, se mordían su propio rabo, chillaban... Había docenas, algunos tan terriblemente gordos que ni se podían mover).



Presenciamos un atardecer poderosísimo desde lo alto de lo que parecía una pirámide maya, junto a otros miles de turistas que se movían como una masa de hormigas con cámaras, y vimos grandes escenas:


Una relajada familia de camboyanos hacía picnic frente al Templo de Angkor, cuando un macaco apareció, agarró la neverita por el asa y la tumbó con fuerza, derramando bebida y alimentos por el suelo de piedra. Todos se apartaron un poco, riéndose de la osadía del simio, y entonces el niño se acercó al animal para jugar y fue recibido por un grito y un zarpazo. La madre le cogió de un brazo y le dió una sacudida, por imprudente. El macaco lamía la leche vertida entre las grietas del suelo. Aquel era su territorio desde que monjes y reyes abandonaran el templo por la amenaza de Tailandia. En los últimos siglos, los árboles habían enterrado sus raíces en las edificaciones, separando bloques y ensombreciendo pasillos, mientras los monos se aburrían a placer entre las ruinas.


Ahora el hombre intenta recuperar territorio con caros proyectos de restauración y muchos miles de turistas fotografían el viejo esplendor, esquivándose unos a otros, mientras los niños venden souvenirs manejando hasta cinco idiomas.


"Es acojonante".


Yo aluciné con todo esto, pero creo que Roger estuvo a punto de sufrir un colapso de placer entre tantas y tan diferentes construcciones. Andaba de un lado a otro con la cara de quien ha descubierto un tesoro, y realmente así era. Luego, por la noche, visitábamos cada bar acabando con las jarras de cerveza por medio dólar. El mochilismo es lo que tiene.


Isla de Phi Phi, mar de Adamán.

4 comentarios:

  1. te he conocido a través de roger. ahora sigo también tus relatos y cuitas. salud!

    ResponderEliminar
  2. qué placer cuando uno puede abandonar el: "yeah! that´s great!" por un sólido y certero: "joder! esto es de puta madre!"..

    te sigo Archi. Ten cuidado con los monos que a esos los carga el diablo...

    ResponderEliminar
  3. Me parece fenomenal escribir sobre Angkor desde las islas Phi Phi :) En breve serás un verdadero pirata malayo! Hoy he conocido a dos de ellas. Piratas y malayas.
    Suerte hermano!

    Por cierto! Tus artículos me siguen pareciendo cojonudos ;)

    ResponderEliminar
  4. Qué tal Archi! Acabo de escuchar tu intervención en Intereconomía. La verdad que se te escuchaba feliz,y no sabes lo que me alegro.

    Que sepas que somos muchos tus seguidores desde Madrid, así que continua regalándonos estos relatos viajeros que tanto nos gustaría escribir a algunos...

    Bss

    ResponderEliminar