miércoles, 11 de noviembre de 2009

Capítulo XI: Las caras de Kampuchea


Y Camboya, por fin...


...Una inmensa llanura verde moteada de poblados campesinos, templos, minas y búfalos de agua. Su capital, Phnom Pehn (Colina de Penh), es amplia y muy cómoda de recorrer gracias a sus dos o tres avenidas de referencia y a las carreteras que la rodean con sentido práctico (clara herencia francesa, como dice mi amigo Roger). Los edificios son bajitos y polvorientos, y no faltan los puestos de caña de azúcar ni los mercados enérgicos.



Además, es el primer país que visito con unos rasgos raciales claramente diferentes (para mis ojos desentrenados) a los de sus vecinos: los jemeres son más altos, armoniosos y morenos, y tienen la cara y los ojos más redondeados. Muchos visten el vistoso "krama" (una especie de bufanda que utilizan como turbante contra el calor, como máscara para el frío, como falda o como simple adorno) y parecen tener un carácter ingenuo y agradable con clara inclinación a la charla. Sin embargo, Camboya tiene muchas caras.


Por todas partes hay niños, la mayoría jugando al borde de la carretera con toda su jerarquía de hermanos, descalzos y desgreñados, y es que la mitad de la población tiene menos de dieciocho años. ¿Las razones? Pol Pot y la pobreza. El primero organizó el exterminio casi completo de una generación (los que hoy tendrían entre cincuenta y sesenta años); la segunda es la misma lacra que afecta a dos tercios del mundo y motiva la creación de grandes proles para que ayuden a sus padres en el campo (el ochenta y cinco por ciento de los camboyanos vive en el campo). Muchos de estos niños trabajan como adultos "a sueldo" de sus padres, sea en bares, puestos de comida, arrozales, mendigando o vendiendo libros por las calles (diez horas al día, siete días a la semana, según uno de ellos).


Algunos bares y discotecas de Phnom Penh están ocupados por un ejército de chicas espectaculares que se acercan a seducir a los turistas (la mayoría supuestamente desprevenidos). Llegan, te preguntan por todo, te piropean y te invitan a ir a "otro sitio"; si las esquivas, te traen a una amiga; si vuelves a negarte, te traen a otra, y luego a un travesti, y así sucesivamente hasta que tienes que abandonar el bar (solo). Dicen que después no exigen dinero; simplemente te ofrecen drogas para potenciar la "diversión" y ahí está su negocio, en el tráfico. Queda añadir lo más importante: la posibilidad de dejar atrás la pobreza y la falta de oportunidades, o de pasar unos días viajando con un europeo y cenando en buenos sitios (muchas acaban teniendo hijos de occidentales desentendidos).


En medio de todo este tinglado están muchos conductores de tuk tuk, que ofrecen directamente drogas y servicios directos de prostitución y son los que reparten mercancías a las familias que utilizan a sus muchos hijos como vendendores.


Evidentemente, estas son sólo impresiones acumuladas en pocos días; la trama real debe ser mucho más grande, compleja y turbia.


Pero Camboya es alucinante. Como todo mochilero, me alojé en uno de las múltiples "guest house" (cuatro dólares por noche) que reposan junto al lago, casi todas con un bar, una mesa de billar, internet y una buena terraza cuyo horario depende de los clientes. En uno de esos lugares conocí a la estadounidense Pauline y al británico Dan, también recién llegados a la capital. Unas cuantas cervezas después, Dan cayó en brazos de una agresiva camboyana y al día siguiente nos fuimos los cuatro a visitar los "killing fields", posiblemente el segundo emblema del terror apocalíptico desencadenado por los jemeres rojos entre 1975 y 1979 (a lo que dedicaré una entrada, por supuesto).


La tarde de mi primer día completo fue espectacular: Sou-thia (la camboyana) nos invitó a cenar a casa de sus primos, al otro lado del río; así que nos abastecimos en un mercado local, echamos un cable en la cocina y cenamos en círculo con todo el enjambre de primos sonrientes, de entre uno y veintidos años, y la abuela (como digo, superar los cincuenta años en este país es prácticamente un milagro). Un buen comienzo en la Colina de Penh.

5 comentarios:

  1. hola Argi, Argi hola!
    Nos encanta seguirte, ver tus fotos...
    qué fácil es leerte y viajar a través de tus palabras!.
    Desde la salita de nuestra casa te mandamos un besiño,
    las dos Rocíos y Fer

    P.D.: A pesar de todo estamos deseando tenerte entre nosotros.

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  2. Hola Archi¡¡ Me alegra saber que no te dejas ningún rincón por descubrir ni ningún detalle por ver. Eres el mejor. Espero que a tu vuelta tengas un manuscrito para editar en España, esto no sólo puede quedar entre tus fans más cercanos. Te mando un beso enorme, que cuando estes aquí ya te un abrazo como dios manda,jejee. Ánimo y esperamos tu siguiente entrega¡¡

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  3. Hola Argi,

    soy Paco, un amigo de tus padres que conoce tus peripecias desde el principio. Te estuve leyendo los primeros post y hoy he hecho mis deberes y me lo he leído todo sin pausa, enganchandome con cada comentario, descripcion y hasta con un pequeño toque de envidia sana por la fantástica aventura en la que te has inmerso.

    No tengas prisa en volver, abre los ojos que ese tipo de experiencias normalmente no se repiten.


    Salu2,

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  4. Qué bueno Archi. Me hubiera gustado ver la imagen de esa comida con toda la familia camboyana y tú allí en medio.Es una imagen para recordar. Me sumo a lo que dice un cometario por aquí arriba: "qué facil es viajar desde tus palabras."

    abrazo

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  5. Ojito con las camboyanas que son un poco fulanas

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