domingo, 8 de noviembre de 2009

Capítulo X: "Good Bye, Vietnam"


No quería empezar con Camboya sin dar una buena despedida a Vietnam, fuera del napalm o la guerrilla campesina. Dediqué los últimos días a recorrer Saigón buscando lugares especiales para comer y terminando la jornada bebiendo cerveza de barril con un grupo de vietnamitas. Así pude descubrir que España se dice prácticamente igual que "vendo mi casa", algo así como "Tai-wa-ñaaa" (era imposible captar la diferencia entre las dos frases).


Hacía tanto tiempo que no veía una película que me metí en el "Instituto de Intercambio Cultural Con Francia", donde pude sufrir un buen ejemplo de cine galo, cerebral y durísimo. Trataba de dos hermanas que se reencuentran quince años después de que una de ellas asesinase a su propio hijo y pasase todo ese tiempo en la cárcel. Era un repertorio de tensión, lloros y portazos, sin apenas música. Para mi sorpresa, justo al terminar apareció el director, Phillippe Claudel, para explicar tanto dolor con voz melancólica. El título: "Hace mucho que te quiero".


También quería pasar un día entero al campo con esos campesinos de sombrero asiático que pasan su vida inclinados sobre paisajes extensos, verdes y húmedos. Por eso cogí un bus local atestado donde intentaron cobrarme diez veces el precio del ticket (¡veinte dólares!). Me levanté del asiento con indignación teatral y el tipo que me seguía lo redujo a la mitad, luego a la mitad y luego a la mitad de la mitad. Acabé pagando lo reglamentario para cada vietnamita.


Ya en el campo, en Ben Tri, un motorista me llevó a unos arrozales lejanos y completamente cubiertos de silencio, un silencio sólo roto por el viento. Allí me quité los zapatos, desenfundé la cámara y avancé entre las altas hierbas siguiendo las indicaciones de una campesina de las del sombrero. Pude tomar todo el vídeo y las fotos que quise.


Otro día se fue para el mercado chino, posiblemente uno de los más vistosos que me he encontrado hasta ahora. Luego recorrí varias pagodas con la compañía de un guía gratuito que se me acercó para practicar inglés. El chaval adoraba los idiomas: estudiaba filología china, seguía cursos de inglés, francés y ruso, y nunca se separaba de una carpeta llena de reglas gramaticales y metros de vocabulario en muchísimas lenguas.


Lo último de Saigón fueron unos noodles callejeros con cerveza fría, antes de partir para Phnom Penh(por cierto que en el sur vietnamita también se escupe y se eructa a discreción, pero se suelen oír expresiones como "Hello", "Please" o "Thank you").




Puedo resumir estas dos semanas con la frase de una camiseta: "Me gusta Vietnam, no la guerra de Vietnam".

1 comentario:

  1. qué preciso eres al crear imágenes! "indignación teatral!!"
    grande Archi

    por cierto: Nuevos post en mi blog
    un abrazo

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