sábado, 24 de octubre de 2009

Capítulo VII: "Estuve en Vietnam..."


La escena suele empezar con un viejo barbudo encendiéndose un cigarro en la oscuridad. La silueta inhala con energía y las volutas de humo se deshacen por el aire. Su primera frase es "Estuve en Vietnam...", y luego hay unos segundos de silencio. A continuación llega una historia de tortura y heroísmo, de muchachos saludables criados en Kansas u Oklahoma sacrificados en la flor de la vida por intereses nacionales que nadie acaba de comprender. Al final, el narrador reconoce que se despierta cada noche envuelto en sudor porque su mejor amigo se lanzó en plancha sobre una granada para salvar al pelotón de una muerte segura...


Coincidí con los argentinos Fabricio y Juan en el autobús que une Vientián (Laos) con Hanoi (Vietnam). Los había conocido en el famoso "tubing" de Vang Vieng y habíamos compartido un par de cubos llenos de whisky. Durante el pesadísimo trayecto de veinticuatro horas se me pasaron muchas frases por la cabeza: "Me gusta el olor del napalm por la mañana", "No siento las piernas","Estuvimos juntos en aquel infierno de Hanoi"... Sobre todo en el último tramo, con el sol descendiendo naranja sobre los palmerales y los campesinos encorvados. Me acordaba de Willard remontando el Mekong para matar a Kurtz, del teniente Dan recibiendo a Forrest y a Bubba, del recluta patoso perdiendo la cabeza y de Charlie Sheen muerto de miedo en una trinchera.


Una vez en Hanoi, fuimos los tres a un hotel regentado por una joven vietnamita bien dotada para los negocios. Sacaba su calculadora y organizaba: nos ofrecía viajes a bajo precio con todo tipo de explicaciones; tras comparar con otras agencias, contratamos un día por la Bahía de Ha Long y dos recorriendo las montañas de Sapa, en la frontera con China. Lo pasamos bien en Ha Long, pero a la vuelta sólo teníamos media hora de margen para ir a coger el tren a Sapa. Entre el larguísimo viaje desde Laos, un día pateando Hanoi, las cervezas de por la noche, las cuatro horas de sueño y Ha Long, estábamos muy cansados. Ya en la Bahía fantaseamos con agarrar la cama y dormir sin prisas. Incluso Juan se atrevió a sugerir que no comprásemos ninguna botella de ron y dedicásemos las nueve horas del viaje a dormir. Por algo habíamos alquilado un compartimento con camas.


Así que llegamos a la estación a las diez de la noche arrastrando las mochilas. Juan mira cómo muchos vietnamitas se arremolinan en horribles bancos de madera y dice: "Che ¿Te imaginás pasar la noche así?", "Me muero", "Menos mal que vamos en primera clase". Sacamos nuestros tickets, subimos al tren y nos indican nuestro sitio, pero no en un compartimento con camas... Nos colocan allí, en aquellos bancos hechos hace décadas, pegajosos, duros, angostos, diseñados para culos que se alimentan de arroz con vegetales.


La cara de Juan expresa desesperación: lleva muchos días de "tubing", autobuses y madrugones, y no puede más. No ha parado de fantasear con dormir diez horas, y ahora esto. ¿Por qué? ¿Qué ha fallado? Comprobamos mil veces los billetes e intentamos comunicarnos con algún encargado, en vano. Hemos sido timados. "¡La mina del hotel nos ha cagado, boludo!". Decidimos apechugar para poder contarlo después. Fabri y yo nos reímos de nervios y por la cara de Juan, ojeroso, con barba de tres días y el aire de un gato aplastado en la carretera.


"Sólo hay una cosa que diferencia al vivo de un fiambre: los calcetines".


El tren está completo, no existe la posibilidad de conseguir un banco entero ni de escapar del calor o los olores aún sin identificar. Los vietnamitas esparcen sus bultos por todas partes; algunos fuman. Todos nos miran con curiosidad. Somos los únicos occidentales en ocho vagones completos, y se ve que no estamos acostumbrados a las incomodidades. Echamos mano de las seis latas de cerveza y discutimos las estrategias. Durante las nueve horas y media que nos quedan por delante, uno apoyará la cabeza en la ventana, otro colocará los pies en el asiento delantero y el tercero se acostará bajo los bancos con un chubasquero para protegerse de la densa mugre. Rotaremos posiciones cuando sea conveniente.


"¿Alguna vez has puesto tu vida en manos de otro hombre y le has pedido que ponga la suya en tus manos?".


La postura número uno es como intentar dormir sentado en un taburete, una tortura. La segunda no es muy diferente; la tercera es la menos mala. Aunque las telarañas se te enreden en la frente, no puedas moverte por estar aprisionado bajo los bancos y tengas a decenas de personas descalzas pisando a cinco centímetros de tu cara pegada al frío suelo, al menos estás acostado. Pero añádele el traqueteo violento, las olas de olor a pis y huevos cocidos verdes que comen los pasajeros, el bochorno, las constantes paradas y las idas y venidas de un carrito, y tendrás posiblemente la noche más incómoda de tu vida.
"Estuve veinticuatro horas haciéndome el muerto en una fosa común junto a los cadáveres de quienes habían sido mis amigos. Cuando se hizo de noche, salí y acuchillé a los guardias. Había trocitos de carne amarilla por toda la balloneta".


La travesía por Sapa valió la pena. Descendimos una montaña acompañados por un grupo de mujeres H'mong, comimos al lado de los arrozales, nos bañamos en el río y pasamos la noche en una casa local. Investigamos el caso del tren y las supuestas camas y averiguamos que por lo que habíamos pagado (cuarenta y ocho dólares el pack) sólo teníamos derecho a la incomodidad. Emprendimos el viaje de vuelta más mentalizados y descansados, pero fue todavía peor, pues nos tocó junto a los retretes y con pasajeros inquietos.


¿Timo o malentendido? No nos quedaba claro, aunque Fabricio tenía una respuesta:

"Che, si cagaron a Francia y a Estados Unidos, ¿no van a cagar a un gallego y un par de argentinos?".

6 comentarios:

  1. ¡Pues hijo, ya me estoy imaginando como habrás viajado en ese tren!, y las 24 horas de autobús, hay que ver lo que te gustan ese tipo de experiencias, ¿ a quién has salido?. Cuidate mucho por favor, ¡ahh! y ¡ cuidado con el tubing, el ron...Besos

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  2. Hola Argi,Argi hola!!!
    Desde Milladoiro me siento en el sofá y comienzo a leer tus experiencias. Haces cada noche que me sienta muy orgullosa de tí.
    Este capítulo me dejó un poco asustada por lo mal que lo tuviste que pasar aunque pienso que estas cosas siempre enseñan a valorar lo que se tiene. Seguro que en esas nueve horas y media darías algo por un cuenco de caldiño de pecho hecho por Fina, verdad? jajaja.
    Un besiño. Tu tía Roxiana

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  3. Bueno, primero que sepas que todos te seguimos leyendo, no solo la familia, jajaja!

    Y a éstos, si lo ha escrito después es que no fue para tanto, no? jaja!

    Un abrazo y ya dormiras luego... siempre luego ;)

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  4. Muy bueno Archi, el artículo que más me ha gustad hasta ahora. ¿Te has enterado del lanzamiento del nuevo periódico de Intereconomía? Se llama La Gaceta.

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  5. Hola!

    Que nadie se preocupe, por aqui todo es tranquilo y el primer interesado en que no me pase nada soy yo mismo. Lo del tren es una anecdota bonita para contar; fue muy incomodo, nada mas. Es lo que vive el vietnamita medio cuando viaja a ver a sus familiares.

    Lo habia oido hace poco, Dani. Es la propia Gaceta de los negocios o una nueva publicacion? Mucho movimiento por la redaccion?

    Un abrazo y gracias a todos por leerme!

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  6. Archi!! Eres un fenómeno!! NO hace falta que lo repita como los demás, pero me siento con la necesidad de hacerlo. Sigue con esas ganas de comerte el mundo que te caracterizan. Y ante situaciones incómodas, respira fuerte. Si eso sigue sin aliviarte, escribe, que es lo que mejor haces!!! gracias por compartir con nosotros tu aventura!! mucho ánimo, y recuerda que te queremos mucho!!! bssss

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