sábado, 17 de octubre de 2009

Capítulo VI: Los dos Vang Vieng

Vang Vieng es una pequeña ciudad laosiana levantada junto a un río, al pie de una cordillera verde y accidentada plagada de grutas, senderos y lagos azules. Pero, pese a su entorno, todo en Vang Vieng está dedicado a satisfacer los placeres más gruesos y elementales de Occidente, lo que muchos llaman mal gusto. Cada uno de sus bares emite desde la mañana a la noche capítulos de "Friends" o "Padre de familia". Sin excepción. En cualquier lugar tienes a mochileros alineados frente al televisor comiendo en silencio una hamburguesa con ketchup y patatas fritas. Es como si te invitaran a desconectar de Asia: venga, deja ya de comer arroz y saludar juntando las palmas de las manos, tómate un respiro, despatárrate en un sillón, habla en voz alta y bébete una cerveza. Y cada sitio te ofrece dos cartas: una con comida y bebida, y otra con todo tipo de recetas para consumir setas, marihuana u opio (el "Magic Menu").



Esta dinámica se confirma en el "tubing", un circuito de alcohol montado por la mafia laosiana a lo largo del río para lujo de guiris borrachos. El fenómeno en sí mismo no es genuino; cualquiera puede buscar cosas parecidas en otras ciudades del mundo: pulserita y a beber. Lo que lo hace especial es el entorno, que es espectacular: los bares están edificados en pleno río, con las montañas escarpadas a un lado y los arrozales al otro. También es curioso ver a borrachos gordos y rosados de Manchester lanzarse al agua con una cerveza en la mano mientras pasa por allí un tranquilo pescador ajeno a todo. El otro punto lo dan las pruebas acrobáticas que ofrece cada bar: trapecios, tirolinas, trampolines y toboganes que te catapultan al vacío sin ninguna medida de seguridad.

El proceso dura unos cuatro kilómetros. Alquilas un enorme flotador y vas con él al bar de salida, pruebas la atracción, tomas algo y te vas al agua a dejarte arrastrar por la corriente (que por cierto es bastante fuerte); entonces los bares que aparecen por el camino te lanzan cuerdas para que hagas una paradita. En el cuarto bar, la mitad de los participantes no se tiene en pie. Muchos ya están desnudos, pintados, heridos o jugando un partido de voleyball en el barro.

Pero lo peligroso no es romperse la cabeza al tirarte de una plataforma por el lado equivocado (cada año mueren así dos o tres personas). Lo realmente delicado es cuando llega la noche a las seis de la tarde y ves que te encuentras flotando río abajo, que los bares se han acabado y que sólo quedan la corriente, la oscuridad y las rocas que sobresalen del agua. De no ser por una australiana que llevaba un mes haciendo el "tubing", la de Nueva Caledonia y yo estaríamos ahora por Camboya.


Como alternativa a todo esto, decir que a sólo cien metros del bar de salida, doblando un bosquecillo, está la "Organic Farm" del Señor Thé, un silencioso sabio dedicado a potenciar la educación y la igualdad de oportunidades entre los lugareños más pobres. Cada mes llegan a él mochileros deseosos de echar una mano en la construcción de una casa, cultivar té o dar clases de inglés. A cambio se les da vivienda, comida ecológica y una sana gratificación.


Cada uno elije cómo hacer turismo.

4 comentarios:

  1. Uno se espera el sosiego de las tierras orientales y, de fondo, mientras el guiri blanquecino se orangutanea agarrado al balancín, suena uno de los temas de moda de nuestras tierras. Absurdo. ¿será producto de los enteógenos?

    ResponderEliminar
  2. Está claro que por muchos libros que leas, por mucha imaginación que tengas y por muchos documental que te estudies...el mundo hay que vivirlo para conocerlo; la realidad da para más trilogías que la ficción.

    ResponderEliminar
  3. Se que es la típica actividad de guiri, pero quiero ir a cogerme un pedo y tirame en tirolina por el río!! Suena muy bien.

    ResponderEliminar
  4. para cagarse...escuhar el puto tema de la Lady Gaga de los cojones de fondo, en ese entorno, ha sido como echarle un chorreón de whiskey al colacao...

    ResponderEliminar