jueves, 8 de octubre de 2009

Capítulo IV: Pai


Dicen que los tailandeses adoran el norte de su país por la tradición y la tranquilidad que representa. Lo mismo se podría decir de los mochileros, que llegan allí en busca de un respiro tras haber sufrido Bangkok y las tumultuosas playas del sur.


Chiang Mai es un buen destino por sus parques públicos, sus estanques y cafés, sus decenas de librerías llenas de clásicos en inglés, su agreste entorno natural y sus célebres masajes de pies. Allí pasamos cinco días dedicados a salir y cultivar nuevas amistades. Una noche quedamos con gente que habíamos conocido el primer fin de semana en Bangkok, y al día siguiente con los del trekking (gigante polaco incluído). El sábado, Martín partió hacia Laos y Lukas y yo nos fuimos a aprender escalada, cortesía de los experimentados eslovenos.


Pero el norte esconde un lugar con más encanto, metido en las montañas y rodeado de pueblos de etnia china. Se llama Pai y hoy en día está considerado, dicen, uno de los enclaves más relajantes del mundo. Su población no pasa de los tres mil habitantes, sus calles están plagadas de música y exposiciones artísticas y junto a los mochileros podemos observar a abueletes de blancas barbas que llegaron hace cuarenta años para trabajar en granjas secretas perdidas en los bosques. Aquí es obligado buscar un bungalow (tres euros diarios) y alquilar una moto (dos euros al día, no es broma) para explorar cascadas, géiseres, templos y poblados de los alrededores.


Y eso hicimos el primer día: ocho horas a dos ruedas arriba y abajo, parando de vez en cuando para degustar Pad Thai o algún nuevo tipo de curry (sesenta céntimos de euro). Por la noche, cervezas e historias locales junto a viajeros veteranísimos que descansan en Pai indefinidamente.


Allí todo es fácil.


El cuarto y último día encontramos por casualidad un campo de entrenamiento de Muay Thai a las afueras, donde algunos extranjeros alquilan una cabaña y pasan allí varios meses cultivando cuerpo y alma por diez euros al día (con comida y todo, y es de los caros). Se levantan al amanecer para salir a correr, luego entrenan durante dos horas, comen, descansan, vuelven a correr y reciben otras dos horas de Muay Thai. Ducha, clase de tailandés y tiempo libre.


Pero ya he salido del oasis. Lukas ha vuelto a Bangkok para recibir a una amiga y yo estoy en Chiang Khong, desde donde mañana tomo un barco para navegar por el Mekong durante dos días y llegar a Luang Prabang, capital cultural de Laos. Se vienen una pareja de franceses y una chica de Nueva Caledonia.

2 comentarios:

  1. joe que variedad de culturas. Pues aquí ya sabes, currando el día de la Hispanidad, con Josu de día libre, recibiendo la llamada de tus antiguos compañeros a las 5 de la mañana y con el ejército desfilando por la Castellana.
    Aprovecha!!!

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  2. eeeeeeeeey archi¡¡ madre mía, fui de las primeras en agregar tu blog a "favoritos" y después de formatear el ordenador y trasladarme a Madrid, no encontraba otra vez esta ventana a la aventura asiática.
    Me alegra que la cosa esté saliendo bien y que estes feliz por esos lares de dios¡¡ Cuidate un montón y que sepas que recordamos tela; eres el más grande¡¡ Bsos¡¡

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