domingo, 27 de septiembre de 2009

Capítulo I: infiltrarse en las filas mochileras



Al final era verdad: podemos considerar a Bangkok una de las capitales mundiales del vicio, el lugar indicado donde comenzar un extraño viaje o quemar los últimos cartuchos. Así lo dicen los miles de mochileros que cada día se arremolinan en la calle Khao San, atestada de puestos callejeros, enormes carteles de neón y música funky retumbando de la mañana a la noche. Es un mercado agitado y descarnado, donde los cazaturistas y proxenetas ni siquiera disimulan su sed de dinero.


Pude comprobarlo el primer día completo, cuando el conductor de un "tuk tuk" (moto-taxi) me ofreció amablemente un ruta por varios monumentos a 20 bahts (medio dólar). Acepté, cansado de caminar, y después de ver un par de cosas fui arrastrado a varios lugares donde el conductor gana una comisión por cada turista que lleva. Primero fue una agencia de viajes y luego una tienda de trajes; cuando me negué a continuar, el tipo me llevó a una calle vacía y me exigió 20 dólares americanos; si no, llamaría a la policía. Discutimos hasta que se fue enfadado en su maldito "tuk tuk".


Pero la peor prueba de todas era ya sabida: la soledad. La tarde que llegué salí yo solo a caminar bajo la lluvia y a buscar un lugar donde comer; no podía dejar de observar a grupitos de mochileros intercambiando observaciones y riéndose por todas partes, disfrutando de Bangkok, compartiendo experiencias. ¿Habrían llegado juntos? Después estuve sentado en un bar un par de horas bebiendo cerveza y reflexionando.


Esa noche dormí ocho horas.


Me levanté de buen humor y salí a buscar imágenes para la cámara. Dos "tuk tuk" fallidos, un plato de arroz, un templo budista y varias calles desangeladas después, escuché hablar inglés con acento español en un restaurante de Soi Rambutri (otra base de viajeros). Acabé mi zumo de papaya y fui directo:


"Hola, ¿españoles?".
"No, argentinos".
"¿Me puedo sentar?".
"¡Che claaaaaro, sentáte!.


Así conocí a Martín y Fran, dos grandes viajeros que llevaban varios meses trabajando en Nueva Zelanda y ahora se habían encontrado por casualidad en Bangkok. El primero llevaba dos meses de un lado para otro (China, Vietnam, Laos, Camboya, Malasia... y le quedaba la India); el segundo empezaba su viaje ahí mismo. Hablamos y hablamos y quedamos para salir por la noche.


A la una de la mañana éramos ocho personas bebiendo cerveza en un garito de Khao San relajados, felices, libres. Los ocho habíamos comenzado solos.









3 comentarios:

  1. Joder, Arch! Qué rápido haces amistades! Me alegro, tío! :)

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  2. Qué pasa bloguero. Que bueno que hayas encontrado compinches de juergas. Mira a ver lode la promoción de tu blog, ya sabes enlaces, RSS etc. Y si t gusta la violencia el Muai Thai es salvaje y deporte nacional, así que pásate a ver como se curten el lomo.

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  3. Me alegro que te vaya "chevere" y como diria cualquier buena, sabia y pesada madre... Cuidadito con lo que haces!!
    Un abrazo desde el pueblo del que huistes.

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