lunes, 7 de diciembre de 2009

Capítulo XVI: Caminando por la Luna


Bromo, Java Oriental. Tres de la Mañana. Varios golpes en la puerta terminan con un sueño profundo, el primero en dos meses sin el zumbido de un ventilador. Salgo al aire libre con los únicos pantalones largos que me quedan y la única sudadera, y llevo el krama enrollado al cuello como una bufanda para amortiguar el frío. Coronar el volcán exige atravesar un desierto de ceniza durante una hora, el tiempo justo para ver amanecer sobre el cráter.

Bajo la montaña por un sendero escarpado, sólo iluminado por el resplandor azul de la Luna. Todo a mi alrededor es silencio, oscuridad y siluetas de árboles inmóviles. De vez en cuando pasa algún Jeep cargado de turistas hacia el mirador de un montaña lejana; les han dicho que desde allí está mucho mejor. No lo sé, pero caminar por un desierto en noche cerrada tiene su punto.

Descenso concluido, encuentro una enorme extensión de dunas azules sin ninguna indicación. Son las cuatro de la mañana, y el volcán está tranquilo en el horizonte, humeando como un fumador pensativo; la luna casi llena sigue brillando en el cielo, encima de una montaña cortada por la mitad. Dunas y más dunas grises, y de vez en cuando maleza y ráfagas de viento que levantan torbellinos de ceniza. Cierro un poco los ojos y me alzo el krama por encima de la nariz hasta parecer el bandido de una peli de vaqueros. Me siento como un astronauta saltando entre socavones y marcas de meteorito. Me alegra estar completamente solo.

Veo que una parte del cielo ya está empezando a clarear, así que me doy prisa. Cinco menos cuarto. De pronto me encuentro un caballo solitario atado a una columna de piedra. ¿Cómo puede estar solo aquí, a estas horas? Me fijo bien y tiene a sus pies una especie de mochila. La mochila dice "¿Guide?"; me acerco y veo que de la pelota de ropa sobresale una nariz. "Tidak, terima kasih". Cinco de la mañana, unos cinco grados. Gente dura.

Alcanzo la falda del volcán, fatigado de arrastrar tanta ceniza con los pies. La mitad del cielo está bastante más clara que la otra mitad, y comienzo a subir la larguísima escalinata de piedra que conduce al objetivo. Noto por primera vez el olor a huevo podrido que desprenden los volcanes activos; el azufre, imagino. La columna de humo, la soledad, la piedra, el amanecer... Todo tiene un aire mitológico, como si de repente fuese a encontrar un coloso encadenado para la eternidad en el interior del volcán.

(En la foto: Las escaleras vistas desde el borde del cráter; el que sube es un vendedor que no paraba de toser).


Por fin llego al borde del cráter y tengo el placer de contemplar la fuente del humo, el primer volcán activo que veo en mi vida. Es enorme, amplísimo y rugoso; sabes que tiene potencial, que un siglo de estos puede pegar un petardazo como su primo el Krakatoa y matar a miles de personas con lava, Tsunamis y terremotos. Es sereno pero peligroso; tiene carisma de volcán.

Sólo hay cuatro personas, todas protegiéndose la cara del polvo y el hedor, pero contentas, fotografiando y señalando con el dedo los puntos que empieza a destacar el sol. Me voy a dar la vuelta al cráter antes de que comience a llegar la gente. El sendero es estrecho y muy irregular, a veces picudo, adecuado para enviarte directamente a la muerte tanto de un lado como de otro. Durante el paseo diviso otro enorme cráter circular relleno de ceniza que parece húmeda, pastosa; todas sus paredes están secas salvo una, cubierta de arbustos verdes. El sol resalta los contrastes; la vista es impresionante.

Cuando vuelvo al punto de la escalinata, ya hay un par de docenas de turistas con cámaras y gafas de sol. Los Jeeps llegan poco a poco al pie del volcán, junto a un ejército de guías, caballos y vendedores ambulantes. Siete de la mañana; a desayunar.


3 comentarios:

  1. qué bueno Archi. Me has llevado aun puto volcán. estaba ahí contigo disfrutando de la soledad y de las fuerzas de este mundo que nos hacen sentir pequeños...qué bueno...y al Jeep que le den! andando coño!!

    un abrazo.

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  2. Impresionante viejo amigo... has sentido algo similar a lo que noté este verano en Lanzarote ante la inmensidad del Timanfaya, sólo que tú tenias ante tus ojos uno humeante, qué cabrón!!! Me recuerda a la inmensa meseta de lava canaria que cubría una antigua llanura rica en pastizales y explotaciones ganaderas. Paisaje lunar dices, o marciano, pero algo radicalmente opuesto a la frondosidad gallega, o del sudeste asiático. Veo que sigues bien, cuidate

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  3. Genial tu escrito Archi, lo compro. Estar'e all'i en unas semanas, pero no s'e si ser'e tan valiente de pasar la noche sola, tal vez yo llegue en uno de esos jeeps cutres :)

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