
Al final era verdad: podemos considerar a Bangkok una de las capitales mundiales del vicio, el lugar indicado donde comenzar un extraño viaje o quemar los últimos cartuchos. Así lo dicen los miles de mochileros que cada día se arremolinan en la calle Khao San, atestada de puestos callejeros, enormes carteles de neón y música funky retumbando de la mañana a la noche. Es un mercado agitado y descarnado, donde los cazaturistas y proxenetas ni siquiera disimulan su sed de dinero.
Pude comprobarlo el primer día completo, cuando el conductor de un "tuk tuk" (moto-taxi) me ofreció amablemente un ruta por varios monumentos a 20 bahts (medio dólar). Acepté, cansado de caminar, y después de ver un par de cosas fui arrastrado a varios lugares donde el conductor gana una comisión por cada turista que lleva. Primero fue una agencia de viajes y luego una tienda de trajes; cuando me negué a continuar, el tipo me llevó a una calle vacía y me exigió 20 dólares americanos; si no, llamaría a la policía. Discutimos hasta que se fue enfadado en su maldito "tuk tuk".
Pero la peor prueba de todas era ya sabida: la soledad. La tarde que llegué salí yo solo a caminar bajo la lluvia y a buscar un lugar donde comer; no podía dejar de observar a grupitos de mochileros intercambiando observaciones y riéndose por todas partes, disfrutando de Bangkok, compartiendo experiencias. ¿Habrían llegado juntos? Después estuve sentado en un bar un par de horas bebiendo cerveza y reflexionando.
Esa noche dormí ocho horas.
Me levanté de buen humor y salí a buscar imágenes para la cámara. Dos "tuk tuk" fallidos, un plato de arroz, un templo budista y varias calles desangeladas después, escuché hablar inglés con acento español en un restaurante de Soi Rambutri (otra base de viajeros). Acabé mi zumo de papaya y fui directo:
"Hola, ¿españoles?".
"No, argentinos".
"¿Me puedo sentar?".
"¡Che claaaaaro, sentáte!.
Así conocí a Martín y Fran, dos grandes viajeros que llevaban varios meses trabajando en Nueva Zelanda y ahora se habían encontrado por casualidad en Bangkok. El primero llevaba dos meses de un lado para otro (China, Vietnam, Laos, Camboya, Malasia... y le quedaba la India); el segundo empezaba su viaje ahí mismo. Hablamos y hablamos y quedamos para salir por la noche.
A la una de la mañana éramos ocho personas bebiendo cerveza en un garito de Khao San relajados, felices, libres. Los ocho habíamos comenzado solos.
Joder, Arch! Qué rápido haces amistades! Me alegro, tío! :)
ResponderEliminarQué pasa bloguero. Que bueno que hayas encontrado compinches de juergas. Mira a ver lode la promoción de tu blog, ya sabes enlaces, RSS etc. Y si t gusta la violencia el Muai Thai es salvaje y deporte nacional, así que pásate a ver como se curten el lomo.
ResponderEliminarMe alegro que te vaya "chevere" y como diria cualquier buena, sabia y pesada madre... Cuidadito con lo que haces!!
ResponderEliminarUn abrazo desde el pueblo del que huistes.